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Fundamentos de un fallo feminista que condenó a penas de 16 años de prisión a jóvenes por una violación grupal
04/03/2022

Familiares de 5 condenados en la violación en manada de Victoria Mateluna, se han manifestado frente Tribunal Oral N° 1 de calle Belgrano del barrio varelense de Villa Vatteone: Reclamaran la libertad de los implicados. Los acusados fueron sentenciados a penas de entre 15 y 16 años de prisión en diciembre pasado. Las críticas de los familiares recayeron en el juez Diego Agüero como los magistrados del TOC 1, Florencia Butierrez, Jorge Moya Panisello y Santiago Zurzolo Suárez. Los familiares de 5 de los sentenciados que consideran que «los ADN negativos son elementos que los desvinculan de los hechos».
En las últimas horas Varela al Dia accedió a un analis de la sentencia del juicio oral, dado que dos familiares de los detenidos se comunicaron con este diario para solicitar notas sobre el particular. Nuestro pedido fue la copia de la apelación del juicio que presentaron los letrados de los condenados.

En el presente documento se analizará el caso conocido como “La Violación en Manada de Viky”, sucedió en marzo del año 2019, en una casa del barrio Santa Rosa de Florencio Varela.

Un grupo de jóvenes, mujeres y varones se reunieron en una casa para escuchar música, beber y varios consumir marihuana, una reunión que podría denominarse “previa”, pero que desencadenó en delitos contra la libertad sexual de una mujer (una niña al momento del hecho).

El inicio de la investigación.

Desde la orden de detención, el rechazo de todas las excarcelaciones y el procesamiento con prisión preventiva, la justicia penal fue cuestionada, hasta un defensor recusó al Juez de Garantías Diego Agüero por feminista.

En ese entonces (comienzos del año 2019), no eran frecuentes ni obligatorias las capacitaciones en violencia de género y poco se hablaba de juzgar con perspectiva de género, como hoy se obliga a todos los jueces de la provincia, con los cursos obligatorios que dicta la Suprema Corte de Justicia.

El fallo del Juzgado de Garantías n° 6 de Florencio Varela, para ordenar el ingreso a unidades carcelarias de los acusados, calificó legalmente los hechos como abuso sexual con acceso carnal agravado por la participación de dos o más personas y por haber sido gravemente ultrajante para la víctima, una adolescente de 17 años.

El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ela.org.ar), en una nota titulada “Estrategias insólitas para defender abusadores”, describió ese fallo de la siguiente manera:

Para así decidir, el Juez Diego Agüero, citando a la filósofa feminista Diana Maffía, partió de reconocer la necesidad de analizar el caso atendiendo a los “roles diferenciales de género y las desigualdades frente a las Políticas Judiciales Ginopes, que son (…) ciegas al género”. De esta manera, inicia su análisis poniendo de manifiesto que la joven había sido víctima de violencia contra las mujeres, en los términos de la Ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, ya que los abusos fueron conductas llevadas a cabo por “varios hombres, que las desarrollaron basándose en una desigualdad de poder basada en el género, provocando sufrimientos físicos, sexuales y psicológicos en la mujer, menor de edad”.

Posteriormente, el Juez se refirió a la “credibilidad” del relato de la víctima considerando que no encontraba indicios para suponer que no dijera la verdad, ya que su declaración se condecía con las pruebas y con las manifestaciones de testigos a quienes la joven había contado lo sucedido. En este punto, resaltó que “la comparecencia ante la justicia para exponer un ataque a la libertad sexual, supone por parte de la víctima una situación traumática que, en principio, puede ser vencida a partir del impulso que se haga justicia”

Asimismo, la resolución destacó la visibilización que este tipo de casos ha obtenido en los últimos tiempos como consecuencia del auge de los movimientos feministas, así como las críticas que se han realizado desde estos hacia la justicia que históricamente ha utilizado una lógica machista en el abordaje de denuncias de violencia sexual. De esta manera, citó diversas expresiones artísticas y periodísticas para referirse al tema, mencionando el libro “Estoy acá. Mujeres sobrevivientes” de Zuleika Esnal, la canción “Ni una menos” del grupo argentino de reggaetón lésbico y feminista “Chocolate remix” y la nota periodística “Un fallo contra la justicia machista” de Sofía Caravelos. Además, se refirió al caso de Thelma Fardín debido al que se viralizaron las frases “Yo te creo” y “Mirá cómo nos ponemos”.

El Juicio y la sentencia.

En los últimos días del año 2021, se realizó el juicio oral, ante el Tribunal en lo Criminal n° 1 descentralizado de Florencio Varela, compuesto por la jueza María Florencia Butiérrez, Jorge Moya Panisello y Santiago Zurzolo Suarez, quienes finalmente condenaron a Laureano, Alexander, Eric, Nicolás, Agustín, Leonardo, Octavio, Matías, Alan y Ezequiel a las penas de cumplimiento efectivo de 15 y 16 años (vale aclarar que la diferencia es porque algunos fueron juzgados también por otros delitos y la mitad había llegado al juicio en libertad por decisión de la Cámara de Quilmes).

La jueza María Florencia Butiérrez, fue la primera en resolver la votación de la sentencia y aclaró que utilizaría la perspectiva de género en el análisis probatorio.

En esa senda, recordó el caso de “Lucía Pérez”, cuando la Suprema Corte provincial precisó que: “…juzgar con perspectiva de género propende a garantizar el ejercicio de los derechos de las mujeres, la igualdad de género y una tutela judicial efectiva, evitando la reproducción de estereotipos que dan por supuesto el modo en que deben comportarse las personas en función de su sexo o género”.

Criticó al derecho penal, sosteniendo que el derecho ve y trata a las mujeres como los hombres ven y tratan a las mujeres, la imagen que refleja de las mujeres se corresponde exactamente con la imagen que los hombres tienen de las mujeres.

Respecto de los estereotipos sobre la víctima, destacó que en los alegatos de las defensas encontró esos sesgos machistas, por ejemplo: en la interpretación del sentido del “consentimiento” de las relaciones sexuales.

Luego de esas aclaraciones, analizó el relato de la víctima y encontró relevante que Viky no quiso declarar en Cámara Gesell ni tampoco exigió que se retiraran los imputados de la sala de juicio. Durante todo su testimonio se mantuvo segura, coherente y firme, a pesar de algunas preguntas ofensivas de las defensas.

Al comenzar el debate dijo que se sentía nerviosa, pero se mantuvo tranquila durante casi dos horas de declaración y sólo se quebró cuando detalló que no tenía fuerzas más que para llorar durante el ataque y que no entendía por qué en ese momento nadie la ayudó, ni dijo basta, ni llamó a la policía, ni hizo nada.

No se desdijo, aclaró lo que le pidieron, se sostuvo cuando algo no lo recordó con claridad, incluso pidió disculpas por no entender en ocasiones el vocabulario de las preguntas de las partes.

Aclaró que no se puso a pensar que le iba a pasar lo que le pasó, que fue pensando que en la habitación estaba Marisa.

Entonces, cuando entró, Nicolás la corrió para un costado, le sacó la ropa, ella le preguntó “qué estás haciendo, que no” y entonces la empujó para la cama y ahí vinieron los pibes desde atrás, le sacaron la ropa y la empezaron a violar entre todos.

Recordó que la puerta de la habitación estaba abierta, que se empezó a sentir muy mal, que ahí la empezaron a violar. No había luz en la habitación, pero entraba luz de afuera, empezaron a entrar todos y a pelearse entre ellos, se decían “dale que me toca a mi” le cacheteaban en la cola, le metieron dedos en la cola, mientras ellos se peleaban. Pasó un tiempo largo, ella se sentía muy mal, solo gritaba y lloraba, en un momento entró Marisa a la habitación, pero no le dijo nada y ella gritó, se agarró la cabeza, les gritó que la dejaran tranquila y ellos se fueron con Marisa.

Llegó un momento en que vio todo negro, no daba más, su cuerpo temblaba, pero no se podía defender, solo podía llorar, pero aclaró que vio a los que ella nombró y ahí cerró los ojos.

Expuso que cuando ellos volvieron a entrar, antes de cerrar los ojos, ahí vio que entraba Matías, que apagaba y prendía las luces y la grabó con un celular, ella lloraba y decía que no, mientras que atrás alguien la puso en cuatro y la violaba, otro venía y le agarraba la cabeza para que le chupara y otro venía y le tocaba parte de los pechos. Se peleaban todos para querer violarla.

Ella se llevó por las voces, pudo identificarlos, el que más la violó fue Alexander, los pudo escuchar cómo se gritaban entre sí. Pudo ver, antes de cerrar los ojos, las caras de Enzo, al menor de edad, a Laureano, Octavio, Agustín, Eric, Matías y Alan. Después, se fue despertando, entre borroso pudo ver que la puerta estaba abierta y ya estaba de día, no había música, el piso estaba todo mojado. La cama en la habitación estaba cambiada de lugar, cuando se levantó la ropa suya estaba en otra habitación, ella estaba completamente desnuda y su ropa se la devolvió Alexander.

Relató que cuando estaba en la habitación escuchaba las voces, eran varios peleando como perros y decidiendo que “bueno, me toca a mí, dale”, antes de cerrar los ojos los vio a todos en fila, se lo pudo contar a su hermano y éste la ayudó a identificarlos por sus perfiles de las redes sociales.

A su entender, Viky aseguró que se perdió prueba importante durante la investigación porque no hicieron las cosas como tenían que hacer, los allanamientos se hicieron a los ocho meses cuando ella hizo la denuncia el mismo día, dejó la ropa interior, se hizo todos los hisopados.

Después del hecho, manifestó que tuvo depresión, ataques de pánico, empezó a sentirse muy mal durante la cuarentena, la internaron, tenía pesadillas horrendas, sentía “olor a muerte en el cuerpo”.

Contó que ahora se sentía más tranquila, pero estuvo un tiempo muy mal. A su hija se la tenían que llevar los cuidadores al jardín porque no podía salir a la calle.

Dijo que los familiares de ellos la amenazaron de muerte también y tenía miedo, hasta que lo habló con la psicóloga y ésta la empezó a alentar y a tener un poco más de fuerza para vivir.

La jueza Butiérrez remarcó que un defensor particular, cuestionó a Viky, por qué no salió de la habitación en ese momento y la magistrada le advirtió que sus preguntas, en su mayoría, poseían estereotipos de género al intentar culpabilizar a la víctima de lo que le había ocurrido.

Concluyó la magistrada diciendo que el relato de Viky fue absolutamente creíble, que contestó todas las preguntas de los casi once defensores intervinientes, dio razón adecuada de sus dichos, cuando se la cuestionó de por qué entró a la habitación, por qué fue a esa fiesta, por qué no se fue de allí, supo reiterar una y otra vez las mismas explicaciones y circunstancias que podía recordar, cómo fue el ataque y la situación de shock cuando empezaron a entrar en la habitación sin que pudiera creer lo que estaba pasando.

Además, habló de percepciones que no podrían ser inventadas, compatibles con lo que sufrió, como cuando dijo que “sentía olor a muerte en su cuerpo” después del hecho.

La dra. María Florencia Butiérrez sentenció: “Nadie se atrevió a preguntar sobre ese olor, pero es clara la sensación de muerte que puede tener una niña alcoholizada, vulnerable, sin fuerzas, sola, en una habitación con más de diez hombres desconocidos que la atacaban, que se la repartían como una presa para abusarla en forma simultánea y alternativamente.”

Otro de los defensores describió el hecho como “una relación sexual intensa” (intentando con ello suponer la existencia de un consentimiento), hipótesis descartada por el fuerte contexto de vulnerabilidad e intimidación en que sucedieron los hechos, que se corrobora además con la prueba de ADN.

Los resultados de esa pericia resultaron importantes ya que corroboraron los dichos de la víctima, siete muestras con fluido seminal en el corpiño, es conteste con sus dichos y con el ataque grupal.

Con los ADN positivos, la jueza concluyó que Viky no se equivocó en los hombres que nombró, remarcando que a uno que no había nombrado, su muestra dio positivo y sumó las lesiones que presentaron varios de los acusados, excoriaciones en antebrazos, en manos, lesiones compatibles con mecanismos de defensa de la víctima.

En el voto de la jueza también se puede leer una crítica a la instrucción, por no haber llegado a peritar los teléfonos secuestrados y al considerar que el allanamiento fue tardío.

En relación a los alegatos de las defensas, sostuvo que estuvieron cargadas de estereotipos, intentaron sostener que la relación fue consentida, la jueza explicó que una persona intoxicada con alcohol y estupefacientes no puede consentir y hasta llegaron a tildar a la víctima de loca y que debía estar internada en un neuropsiquiátrico.

Uno de los defensores, pese a la advertencia de la jueza, expresó que Viky mintió, que en las juntadas los chicos van a “tomar, divertirse, escuchar música y si hay piel tal vez tienen sexo”, que no se valoró “la personalidad de esta chica…que tiene una psicosis ordinaria”, que es “psicótica”, “…la chica tendría que estar en un neuropsiquiátrico. Los chicos están en una indefensión peor que ella”, que “el informe psicológico dice que es una muchacha impulsiva con indicadores de agresividad”. Incluso resaltó el modo en que tuvo a su hija, en un baño.

Puede determinarse a partir de esta clase de alegatos qué clase de víctima sería viky a los ojos de los defensores y defensoras.

Subyacen claramente en los alegatos y preguntas de por lo menos cuatro defensores y una defensora, estos prejuicios previos, esta asunción de responsabilidad por no encajar en la imagen de buena víctima, que se queda en su casa cuidando a sus hijos, que no sale, que no toma ni se droga, que es sumisa y callada.

¿Por qué te quedaste en la habitación? ¿Por qué fuiste a esa fiesta y no a otra? ¿Por qué pensás te eligieron a vos? Todas preguntas que se le hicieron a la víctima sin perspectiva de género.

En virtud de ello, haya dicho lo que haya dicho Viky apenas pudo salir de la casa donde la agredieron más de diez personas, así gritara y sostuviera el abuso desde el primer momento en que recuperó la conciencia, así se probara fuera de toda duda que estaba alcoholizada y drogada o empastillada, así se mencione por una testigo que la vio tirada en una cama llorando y desnuda al momento del hecho, o se pruebe la existencia en su cuerpo de lesiones compatibles con el abuso  y múltiples muestras de ADN y semen correspondiente a por lo menos cinco individuos, seguirá siendo, en razón de los mitos y prejuicios descriptos, una mala víctima culpable por la agresión.

Y la problemática que ello conlleva es que la visión de la realidad y de cómo suceden las cosas es diametralmente opuesta y contraria, se trata de un blanco contra negro. Para uno de los abogados defensores, ir a una juntada implicará tácitamente el consentimiento de tener relaciones sexuales con todos los presentes (ni hablar si se le ocurre ingresar a una habitación con alguien del sexo masculino, ya que allí estaría habilitado todo sin poder arrepentirse) y para otro defensor será inexplicable que Viky no se haya ido por sus propios medios de la habitación mientras casi inconsciente era violada por más de diez sujetos mayores de edad.

 

No obstante, para quien ya no tiene nada que perder, para quien las vulnerabilidades son múltiples, por pobre, menor, mujer, sin familia, abusada durante la infancia por su padrastro, sin madre, prácticamente en situación de calle, a veces lo que queda es ser valiente. Y Viky, como dije amenazada y hostigada desde el primer día de los abusos, en la audiencia ha sido entera, consistente, se mantuvo en sus dichos y siempre sostuvo la violación, agrego yo, “en manada”.

Hacer fila, pelearse para el abuso, pegar “nalgadas”, grabar y violar a la vez a la víctima en forma anal, vaginal y oral mientras todos miran, tocan o chupan un seno y gritan en una clara arenga de grupo, de superioridad de género y numérica, no es meramente violencia sexual y cosificación de la mujer. Es síntoma de violencia patriarcal y símbolo obsceno de masculinidad.

La violación es en “manada” porque esa violencia es arcaica, primitiva y tiene carácter de pacto y exhibicionismo patriarcal, donde todos “deben participar” incluso si la víctima está inconsciente, lo que explica que se haya encontrado en el cuerpo de Viky, semen de Leonardo, a quien ni siquiera mencionó haber visto en la habitación. Y el pacto de silencio sella la complicidad porque garantiza lealtad.

El poder está, aquí, condicionado a una muestra pública dramatizada a menudo en un acto predatorio del cuerpo femenino, así “la violación tumultuaria es, como en los pactos de sangre, la mezcla de substancias corporales de todos los que en ella participan; el acto de compartir la intimidad en su aspecto más feroz, de exponer lo que se guarda con más celo…la violación es una publicación de la fantasía, la transgresión de un límite, un gesto radicalmente comprometedor”.

Se trató de una demostración de poder en la que todos participaron, exhibiéndose mutuamente. Su cuerpo fue usado como tributo, seguramente no el primero tal como surgió de la declaración de testigo, cuando mencionó los rumores de que existieron violaciones previas de otras jóvenes.

Y también es útil para contestar la pregunta estereotipada de un defensor a Viky, que intentó con ella culpabilizarla: se la eligió a ella y no a las otras, porque no era del barrio, no era familiar, no la conocían y por el contexto ya descripto, era la más vulnerable de las que allí se encontraban.

La naturaleza bestial del comportamiento y el nivel de crueldad evidenciado hielan la sangre, y demuestran que no se trató sólo -como si fuera poco- de una objetivación. Constituyó una verdadera apropiación del cuerpo y el despojo de toda dignidad a la víctima, al punto de negarla completamente con fundamento en una situación de desventaja social, cultural y contextual; con la esperanza de que no hubiera consecuencias por su vulnerabilidad y derrotero existencial. Un hecho que representa la violencia contra la mujer en su versión más cruda, y que sólo puede ser caracterizada de un modo: morir de género en vida.

Espero que estas palabras puedan ilustrar la rancia posición de las defensas que sin la perspectiva interseccional de género que les es exigible como operadores del sistema penal, y sin fundamento dogmático ni probatorio, sostuvieron la concurrencia de consentimiento sin sonrojarse y sin un atisbo de vergüenza personal por la barbaridad que estaban sosteniendo y justificando. Giros como “todos saben a qué van a esas juntadas” o “no se puede castigar a chicos que se estaban divirtiendo” utilizados por uno de los abogados, no sólo no merecen consideración jurídica, sino que justifican el más encendido repudio. No sólo social, sino de los Colegios de Abogados y de una estructura judicial que lucha por democratizarse.  Un femicidio cada 36 horas es un dato lo suficiente alarmante como para banalizar la problemática del modo en que lo hizo durante todo el debate. Más aún, el alegato del abogado llegó al nivel más bajo de absurdidad cuando patologizó a la víctima y luego sostuvo la existencia de consentimiento en el hecho. La contradicción irreductible salta a la vista y me exime de mayores comentarios al respecto.

Párrafo aparte aclaró la situación de los acusados con ADN negativo, explicó las teorías que permiten hacer responder a todos como coautores directos y por dominio funcional del hecho, ya no pueden pensarse los delitos contra la integridad sexual como de propia mano.

Citando a Zaffaroni, que sostiene que toda introducción de una condición durante la ejecución del hecho convierte al interviniente en coautor, posición que, si no se compartiera, al menos permitiría adjudicar responsabilidad por complicidad, de ese modo la responsabilidad es incuestionable.

A su turno, el juez Jorge Moya Panisello, compartió los fundamentos de la jueza Butiérrez y desarrolló teorías sobre la responsabilidad penal grupal, autoría y coautoría.

Sostuvo que resulta imposible sostener el desconocimiento de los abusos por parte de alguno de los hombres que estaban en esa juntada, principalmente por la escasa dimensión de la casa, destacando que lo que sucedía en la habitación se escuchaba en la cocina y hasta en el patio.

El recurso de las defensas de los acusados con ADN negativo coincidió: intentaron sostener que en el momento de la agresión no estaban allí, admitiendo que estuvieron en la fiesta, pero se fueron antes o no salieron del patio y por ende no se enteraron de lo que sucedió.

Lo cierto es que hubo dificultades en la toma de rastros pertinentes en la etapa inicial, que la víctima tenía olor a lavandina, la escena había sido limpiada y algunos perfiles (como el mamario) no pudieron servir para cotejo, aunque sí para afirmar que pertenecían a cinco individuos, los cuales podrían coincidir con los ya detectados o corresponder a otros nuevos, dato que a esta altura no es posible saber.

No resulta requisito para la autoría probar la penetración a la víctima o un contacto corporal, sino que es suficiente con las conductas que se detallaron: filmar, arengar, estar presente en la habitación omitiendo todo auxilio posible y coadyuvar con la superioridad numérica y de género (por su condición de hombres y mayores de edad), a aumentar la indefensión de la víctima.

En una cuestión, coincido con una defensora oficial, en que posiblemente faltaron individualizar a más intervinientes, pero no tengo dudas en que aquellos a quienes señaló Viky y que se probó estaban en la juntada ese día, fueron los que la abusaron en forma conjunta y alternada.

Finalmente, el juez Santiago Zurzuolo Suarez, dijo que adhería a los votos anteriores que hacían mayoría.

Por esos fundamentos, el Tribunal Criminal n° 1 de Florencio Varela dictó sentencia, calificó los hechos como abuso sexual agravado por la pluralidad de hombres que participaron y condenó a los diez acusados como coautores con penas que van desde los 15 hasta los 16 años y dos meses de prisión de cumplimiento efectivo, ya que algunos respondieron por otras causas (robo simple) y ordenó la inmediata detención, en la sala de juicio de cinco acusados que habían llegado al juicio en libertad (tenían ADN negativos).

En la actualidad Viky, se la rebusca trabajando en un empleo no registrado, trabaja en Capital Federal, alquila con ese dinero una habitación en otra localidad lejana de Florencio Varela, para evitar que cumplan las amenazas de los familiares de los detenidos y espera a que la justicia decida sobre el futuro de su hija, que se encuentra en un hogar.

 

Los familiares de los condenados con ADN negativos, realizan escraches a los jueces y jueza, con fotos, pegatinas, marchas por Florencio Varela y La Plata, ya que la sentencia fue apelada y se espera que defina la cuestión el Tribunal de Casación.

¿Se abrirá el camino de la nueva justicia feminista, juzgado con perspectiva de género?, ¿se avanzará sobre el patriarcado del Poder Judicial?, el tiempo y las sentencias de Casación y quizás de la Suprema Corte lo dirán.

*Área de Comunicación. Mesa Local para la prevención de violencias de Florencio Varela.

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