El sábado 1.º de junio las comunidades de la Diócesis de Quilmes se congregaron frente a la parroquia San Juan Bautista de Florencio Varela para celebrar la fiesta diocesana del Cuerpo y Sangre de Jesús. Junto con los obispos de Quilmes Carlos Tissera y Eduardo Redondo, los sacerdotes y los diáconos de la diócesis, una multitud se hizo presente y otros tantos siguieron la misa por Youtube.com/DiocesisQuilmesOficial. El lema que animó la celebración fue «No es posible morirse en la patria bendita del pan».
La homilía estuvo a cargo del Obispo auxiliar de Quilmes que recordó que «cada uno de nosotros tiene sed, de amor, de estar acompañados, de afianzar nuestras raíces, de tener una vida con sentido, con futuro, en un mundo y una patria más humana, donde haya lugar para todos y donde nadie quede afuera. Y para saciar esta sed, muchas veces, por no saber cómo, buscamos el agua sucia y envenenada que en lugar de darnos más vida nos mata. El agua del consumo de drogas, del alcohol, del juego, de todo tipo de violencia. Esa es agua envenenada que nos mata. Solo Dios puede saciar esta sed más profunda: Un Dios que en Jesús se quedó con nosotros ofreciendo su propia vida como alimento y bebida que sacia la sed y el hambre».
Además, que «es desde el encuentro con el Señor y con los hermanos desde donde construimos el Reino de Dios. Nos recuerda el Papa Francisco que la Iglesia debe ser una sala abierta para todos y no un círculo pequeño y cerrado».
En otro pasaje de la homilía, Monseñor Redondo compartió que «el vivir realmente en cada eucaristía la entrega de Jesús por amor a cada uno de nosotros, la adoración a Jesús en la santa eucaristía nos tiene que hacer abrir el corazón, nos tiene que hacer arder, doler y comprometer el corazón, porque sigue siendo maltratado, humillado y crucificado en cada hermana, en cada hermano nuestro que no tiene el pan material para vivir, que no tiene trabajo, que no cobra una jubilación digna para vivir como Dios manda, que no tiene como pagar la salud, los medicamentos, la luz, el gas y el transporte diario».
En la celebración eucarística se hizo la ofrenda de harina, aceite, sal, levadura y una olla vacía para orientar la mirada a los comedores y merenderos que funcionan en la diócesis y que atraviesan momentos difíciles. En este sentido, las personas presentes fueron generosas con las donaciones de aceite y harina.
Finalizada la misa, se inició la procesión por el centro de la ciudad hasta la ermita de la Virgen de Luján que se encuentra en el paso bajo nivel cercano a la parroquia. El Padre Obispo Tissera dijo los presentes que no pierdan de vista que «Dios nos ama», hizo la bendición con Jesús Sacramentado, y bendijo el pan que se compartió.