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Relato en primera persona de la experiencia de un varelense en la guerra del Atlántico Sur
10/04/2023

Por César Agustin Monroy. Clase 1962. Batallón de infantería de Marina Nº5 , Río Grande, Tierra del Fuego.

En mi caso particular prestaba servicio como conscripto en el Batallón de Infantería de Marina Nº 5 escuela con base en Rio Grande, Tierra del Fuego, República Argentina. Fuimos incorporados  Febrero del año 1981, realizando la instrucción militar en el Centro de formación de conscriptos de la infantería de marina (CIFIM) en el predio del Parque Pereyra Iraola de la ciudad de La Plata, éramos la primera tanda de incorporación anual de casi 3000 conscriptos de distintas partes del país. De esa experiencia única para ese momento en mi vida, en el momento de finalizada la primera etapa de instrucción nos envían al destino que es el BIM 5 en la ciudad de Rio Grande, Tierra del Fuego. Más allá de la instrucción que habíamos tenido en Buenos Aires se incrementó la instrucción estando casi siete meses en los lugares de esa preciosa zona de la República Argentina, donde realizamos actividades de combate. Cuando empezó el conflicto militar con los británicos, me encontraba realizando los últimos trámites para la baja y regresar a mi domicilio, me encontraba de civil a la espera de que me entreguen el DNI firmado para tomar el avión hacia Buenos Aires, en ese momento no recuerdo la situación pero me encontraba alistándome nuevamente, para una defensa de la soberanía nacional, nos movilizan hacia un predio salesiano en San Sebastián donde nos informan que comandos argentinos habían recuperado las Islas Malvinas para la República Argentina, quedamos en shock, entre una alegría y una conmoción, nos informan que debido a la instrucción que teníamos y porque estábamos aclimatados, y sabíamos movernos en el terreno nos envían a las Islas el día 8 de Abril del 1982 en un Avión Fokker F28, que lo habían preparado sin sus asientos correspondientes para la ocasión. A pesar de las razones patrióticas, el escenario de una guerra exhibe uno de los peores rostros del ser humano. Comparto esa perspectiva. Y así como emocionaba pisar la turba del suelo malvinense, sabíamos que estábamos en un escenario de guerra y con toda la calamidad que ello implica. Nosotros ingresamos a Puerto Argentino de noche, pero sabíamos que ingresamos a un territorio donde la muerte iba a ser predominante. Sentíamos mucho miedo y nos dimos cuenta en el momento de la rendición, el descontrol se apodero de un montón de Jóvenes soldados quienes mostramos la inexperiencia por lo poco que habían estado incorporados a las fuerzas. Sabíamos que técnicamente los británicos eran superiores, pero confiábamos en nuestro sentimiento y en el sentido que le dábamos a nuestra gesta. Lógicamente, cuando empezaron los bombardeos navales, aéreos y terrestres nos dimos cuenta de que nos encontrábamos muy limitados. Nos tiraban bombas desde así era la desventaja. Pero a pesar de la diferencia había hombres que se merecen mencionar en esta situación me estaba acordando de un Señor comandante en Jefe que ha partido con el Señor hace algunos años, como el Capitán de Fragata Don Carlos Robacio, Comandante del glorioso Batallón de Infantería de Marina Nº 5 (BIM 5), y fue quien tuvo bajo su mando a 800 marinos de ese batallón de la Armada más otros 200 soldados pertenecientes a dos compañías que eran de los Regimiento de Infantería Nº 3 y N° 6 del Ejército Argentino durante los combates terrestres por Puerto Argentino. También recuerdo que antes de viajar a Malvinas, El capitán Robacio nos formó en la plaza de Armas del Batallón Tierra del Fuego y nos preguntó a los gritos quién de nosotros se quería quedar, porque los que irían a las Islas se encontrarían a la muerte cara a cara. También acotó: no les aseguro que los traeré con vida, pero si les aseguro que seré el último en salir del campo de batalla, Y agregó algo más: aquellos que no quieran ir, no se los tomará como cobardes, porque la Armada necesita también de personal que se quede en Tierra  26  del Fuego. Hubo un largo silencio, pero ninguno manifestó eso y todos dijimos ¡Viva la Patria!

 

Nadie se movió de su formación y todos combatimos en la guerra del Atlántico Sur.    En mi caso fue en el Monte SAPPER HILL, a 7 (siete) km de Puerto Argentino, perteneciendo a las secciones de tiradores de la compañía MAR. Junto a este comandante que para todos nosotros fue un muy buen ejemplo. Nos rendimos el 14 de Junio de 1982, estuve detenido 9 días de prisionero de guerra, que no se lo deseo a nadie, había fuerzas inglesas que querían ajusticiar a los soldados perteneciente al BIM 5 porque había tenido una participación importante en las bajas enemigas, fuimos uno de los últimos en volver al continente, regresando al País el 23 de junio de 1982 en el Buque “Bahía Paraíso”, retornando a Río Grande para después volver a Buenos Aires y a mi hogar el 1 de Julio de 1982. Físicamente regresé entero. Pero psicológicamente tuve como 7 años de tratamiento, un tiempo de adaptación a la civilidad, donde en mi caso muy particular fue una influencia decisiva no sólo la contención familiar sino de toda la comunidad de mi pueblo Florencio Varela. Provincia de Buenos Aires. Bueno, la contención familiar es más fácil de imaginar. Hay que recordar que cuando regresamos de Malvinas, lo hicimos como parias, el gobierno de la dictadura nos hizo sentir como los responsables de haber perdido la guerra y la sociedad nos dio la espalda e incluso hasta se burlaban de nosotros. Pero en mi barrio, mi papa me sacaba a caminar y visitamos a los vecinos que durante la guerra le preguntaba sobre mí. Me daban la mano, un abrazo, me decían “bienvenido a casa”, me invitaban a salir, a comer, a pasear, todo lo que me sirvió para la contención. Trabajé durante muchos días en varias actividades, pero ninguna me satisfacía, hasta que el Intendente me cita para una entrevista y trabajé 25 años en la Municipalidad de Florencio Varela (01/09/1982 al 01/09/2007). Por eso siempre aclaro que mi caso fue muy particular. Primero por volver con vida; luego por regresar entero, sin mutilaciones; tercero por no haber tenido secuelas profundas desde lo psicológico; cuarto por haber encontrado contención familiar y social en mi pueblo y quinto por haber tenido trabajo en lo inmediato. No obstante, fueron años muy duros… tal vez más duros que los vividos en Malvinas. Siempre digo que en Malvinas enfrentamos al enemigo británico y sus aliados, pero en la  i Argentina debimos enfrentar al enemigo de la indiferencia, de la depresión y del desamor.   Fueron por lo menos diez largos años. Ya habíamos recuperado la democracia y había pasado una década y todavía no habíamos tenido un reconocimiento institucional por parte del Estado. Y en esos diez largos años, muchos excombatientes tuvieron depresiones, angustias, otros llegaron al suicidio y la mayoría necesitaba contención médica para su salud mental y nada se conseguía. Siempre aclaro que fueron años muy duros y muy dolorosos: se iba a pedir trabajo y nadie quería contratar a un excombatiente; se hacían muchas cargadas contra los excombatientes como si éramos los únicos responsables de haber perdido la guerra y eso se sentía como mucha agresión. Y cuando salió la ley de pensión, que era nuestro primer beneficio por haber estado en Malvinas prevaleció la corrupción: a la isla fuimos 11000 (once mil) personas, pero había 24000 (veinticuatro mil) pensionados. Y nunca la Justicia esclareció esas responsabilidades, porque hubo políticos que favorecieron esas pensiones mal habidas. Sentía inquietud que en mi ciudad tenía que hacer algo más, porque a pesar del apoyo, la depresión podía estar a la vuelta de cualquier situación. Y esto dicho sabiendo que en Florencio Varela no era indiferente para los demás, como le ocurría a la inmensa mayoría de mis compañeros. Además, sentía en lo profundo de mi corazón que necesitaba expresar mi vocación por el servicio público. Había estado en contacto con la muerte, con personas mutiladas, heridas y ya en tiempos de paz cualquier cosa me sobresaltaba y por eso mismo sentía que tenía que hacer algo para los demás. En el año 1998 toqué fondo, la separación de mis hijos y la situación, llegué a pensar en el suicidio como una oportunidad de solución y a partir de ese momento, junto con mi familia ensamblada, de un segundo matrimonio, conocí a mi esposa Norma y empezó un cambio total en mi familia, conocí a Jesús que impacto mi vida por completo y a partir de ese momento no retrocedí más. Trabajar para Dios es lo mejor que me pudo haber pasado. No fue el final de mis problemas, pero fue el principio de mis bendiciones. Nuestro ministerio en el Señor comienza con aquellos que son parte de nuestro círculo de vida. Nuestras vidas tocan a muchos otros cada día. Por consiguiente, deberíamos empezar con la gente de nuestro propio pequeño mundo, familia, iglesia, escuela, trabajo y comunidad, excombatientes y todas las personas que deseen un cambio rotundo en sus vidas compartir la vida, el amor y la verdad de Jesús con ellos. Hoy somos encargados Pastores con mi esposa y mis hijos de una IGLESIA LA CASA DE LA BENDICION en la ciudad de Florencio Varela. Con Cristo todo se puede solucionar. Gracias a todos los que me saludaron en este Tiempo.

Dios los bendiga A TODOS.

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