Guillermo Eduardo González (foto) es profesor en Filosofía y Ciencias de la Educación Bachiller Pontificio en Teología de la Escuela Secundaria Nº 8, Julio Cortázar de Florencio Varela. González envió a Varela al Día una amplia carta con la cual denuncia haber perdido su trabajo por una falsa denuncia en su contra. La carta lleva por título: “La educación de Florencio Varela en manos de un par de pusilánimes”
Dicen que no es sanción, pero es una sanción.
Dicen que lo hacen para preservarme, pero de hecho me echan.
Dicen que me respetan, pero me humillan.
Dicen que no me preocupe por las consecuencias de su decisión, pero esa decisión que tomaron es «irrecurrible», como si fuera un decreto divino.
Toman una decisión que no se puede ni siquiera discutir y no se molestaron en dialogar antes conmigo.
Todo lo que dicen es mentira, todo lo que sostienen debe leerse al revés.
Donde ellos dicen «te estamos preservando» hay que leer «lo que te aplicamos es un castigo infamante».
Donde expresan «te escuchamos», hay que leer «nunca te hablamos, primero decidimos y, luego, vos tenés que acatar nuestra sanción infalible».
Donde sostienen «no estamos pronunciando ningún juicio sobre tu actuación profesional» hay que entender que deciden sobre tu vida, te rebajan y manosean y vos debés quedarte callado la boca «porque nosotros somos dios».
¿Quiénes son estas maravillas humanas? El Inspector PALIZA y el Inspector D’ELIA (sic, sin acento porque parece que ya no se usan esas cosas. Así está nuestro sistema educativo, señores).
Un conflicto de aula de los que se producen centenares cada mañana, es la excusa para que estos impresentables me saquen del trabajo sin siquiera oír qué tengo para decir.
Lo que no se atreven a reconocer es este asunto vergonzoso: los presionaron unos chiquitos de 16 años, temblaron de miedo ante el apriete con la complicidad de algunos padres, y ellos, obedientes, pusilánimes, canallescos, me aplican una «sanción irrecurrible». Hasta los talibanes entienden mejor sobre derecho.
Es bochornoso tener que reconocer que unos cobardes dirigen la educación en nuestro distrito de Florencio Varela. Me quitaron la vocación por enseñar. Me sacaron hasta la última razón para seguir viviendo. Yo no los perdono. Que los perdone Dios y su misericordia infinita.
Guillermo Eduardo González
Profesor en Filosofía y Ciencias de la Educación
Bachiller Pontificio en Teología.
LOS HECHOS
González anexó a la carta el relato de los hechos.
En el curso 5º 1ª, turno mañana, de la Escuela Secundaria nº 8 de nuestro distrito una señorita formula esta pregunta al profesor:
«- ¿Por qué si usted enseña ‘Política y Ciudadanía’ habla de la sexualidad?»
El profesor le explica que la Educación Sexual Integral (ESI) debe ser enseñada por todos los profesores de todas las materias, pues, su ubicación curricular tiene el carácter de «transversal». Esto significa que todos los docentes deben dedicar parte de sus clases a enseñarla. La ley es de 2006 y el Ministerio de Educación Nacional ha producido una gran cantidad de material al respecto.
Esa pregunta de la niña desnuda un hecho: la joven nunca tuvo ESI, pues, de otra manera no se entiende su pregunta. Por eso el docente pide al director, Alejandro Quiroga, que se inicie una INVESTIGACIÓN para averiguar por qué no se está enseñando esa materia, obligatoria desde el nivel Inicial (es decir, desde sala de 4 y 5 años). Por poner un solo ejemplo acerca del carácter de la ESI, véase este enlace:
https://www.argentina.gob.ar/educacion/esi
Varios meses después de comenzadas las clases, esta misma señorita aprovecha un chiste que hizo el docente el primer día, lo saca de contexto para convertirlo en un pretexto acusatorio y sostiene que se sintió «incómoda» en tanto mujer, pues, en ese relato humorístico se aludía a las partes del cuerpo. Nótese que en la ESI lo primero que se enseña es a nombrar las partes del cuerpo con los términos apropiados. La acusación de la jovencita no tiene fundamento y no señala aspecto objetable alguno en la actuación de su profesor.
La joven manipuló hasta convencer a sus padres de que la apoyaran, lo mismo hizo con algunos de sus compañeros y acusó a la muy débil dirección del establecimiento para que separaran al profesor de su cargo, a pesar de que por ley tiene estabilidad en el mismo. Padres, director e inspectores, sin escuchar al profesional de la educación, decidieron una medida «irrecurrible» (como se lee: imposible de objetar, cual designio de una divinidad castigadora) que lo deja sin poder trabajar y humillado ante toda la comunidad educativo. Le quitan no solo su cátedra en ese curso. Lo dejan sin poder trabajar en ninguna escuela del distrito, aun en aquellas en las que su desempeño es elogiado por alumnos y colegas y no tiene nada que ver con este malentendido de la Secundario nº 8. Se trata claramente de un abuso.
Esta es la injusticia que genera la nota. Hay una conjura de necios que temen a chiquitos de 16 años y no encuentran mejor solución que sacrificar a un docente recibido con un promedio general de 9,70. En latín, pequeño se dice pusil. Y alma se dice ánima. Por eso el profesor habla de PUSILÁNIMES, es decir, personas de alma pequeña.