Pasó del PJ a Consenso Federal, luego al Randazzismo y ahora ya está en el Pro de Macri.
Primero había sido Florencia Arietto, la especialista en seguridad que militaba junto a Bullrich y que pasó a sus filas. En los últimos días, en tanto, se anunció otro pase: Florencia Casamiquela, quien fuera en los últimos años una de las espadas de Florencio Randazzo, ya pegó el salto al barco de Santilli.
La movida confirma la apuesta del larretismo por sumar referentes de distintas extracciones.
La irrupción en el centro de la escena mediática del expresidente Mauricio Macri, quien volvió a amagar con postularse nuevamente como candidato presidencial, agitó el tablero de Juntos por el Cambio (JxC), donde los tiempos electorales rumbo a 2023 ya se adelantaron y los distintos sectores buscan posicionarse.
La varelense Florencia Casamiquela publicó en varios medios nacionales, en septgiembre de 2019, un articulo de su autoria con el título de “Macri ya Perdió”.
Vale recordar los párrafos más destacados de aquella columna de opinión para cotejarla con su presente actual. Ayer se mostró en el Cruce Varela junto a Pablo Alaniz y Martiniano Molina, en una foto ilustrada con los logos del Pro de Varela.
Columna de Casamiquela
No fuimos nosotros, fueron las PASO», repitió como un mantra Macri como único argumento explicativo del descalabro inflacionario y el brusco salto devaluatorio.
«No tengo más herramientas», dijo la gobernadora Vidal a un comerciante en la ciudad de Junín para desentenderse del drama de la pavorosa caída de las ventas.
Ambas frases sintetizan la concepción reduccionista que Cambiemos tiene de la política. Para Macri y Vidal la política es concebida como un espacio restringido destinado al mero gerenciamiento de situaciones determinadas por factores exógenos a la voluntad de las sociedades: para ellos la primacía de lo financiero es irreductible. Esa concepción postula la fatalidad de los procesos económicos y sociales, quedando la política arrojada a un rincón desde el cual apenas puede, en el mejor de los casos, atemperar alguna situación dolorosa sin modificar sustancialmente nada.
Si la política no puede cambiar nada sólo hay lugar para las sonrisas impostadas y no mucho más. Se podrá sentar al perrito caniche en el sillón presidencial o intentar una coreografía en el histórico balcón de la Rosada, pero jamás modificar un patrón productivo regresivo, revertir procesos de desigualdad social o postular nuevos equilibrios regionales.
No se entiende entonces el empeño por conseguir un nuevo mandato. Si no pudieron, no quisieron o no supieron cambiar las cosas para mejor, resulta absurdo el intento reeleccionista. Por eso es que Macri, ante el tamaño de un fracaso que lo coloca como uno de los peores presidentes de la historia contemporánea, lo único que puede ofrecernos a los argentinos es una transición ordenada. Poco, sí. Pero en las actuales circunstancias es lo único a su alcance.
El fracaso del gobierno de Macri es además el fracaso de Cambiemos como fuerza política. Por eso entendemos que octubre debe ser la oportunidad de consolidar la fórmula Lavagna-Urtubey como segunda fuerza política con capacidad de entrar al balotaje. Las PASO demostraron la inviabilidad de un proyecto que incumplió todas sus promesas de campaña. Por eso es tiempo de dar lugar a una nueva mirada, que ponga el eje en la Argentina productiva, en el mercado interno y en la posibilidad de recomponer poder de compra para asalariados y jubilados.
Los argentinos decidieron que la política del odio no va más, que la grieta debe quedar en el olvido. En su lugar debe prevalecer el debate de ideas, un proyecto de país sustentable y la posibilidad de organizar un destino posible para el conjunto de nuestros conciudadanos. Lavagna emerge como el hombre capaz de dialogar con todo el arco político argentino y de articular los consensos necesarios para salir de la actual crisis. En octubre vamos a asistir a una fuerte migración del voto de Cambiemos hacia Consenso Federal, con la posibilidad de consolidar una segunda fuerza que tenga claridad de objetivos y proyección a futuro. Sólo Lavagna puede dar vuelta lo que ya parece inmodificable