POR AGENCIA LA BARRIADA
En los últimos años los medios de comunicación de Florencio Varela vienen mostrando el aumento de la violencia del narcomenudeo donde decenas de jóvenes fueron asesinados o heridos en la periferia de la ciudad.
Si observamos las estadísticas sobre homicidios se puede ver que la gran mayoría son jóvenes, varones, pobres y que habitan en los barrios populares de la periferia.
Entre los barrios más afectados están San Rudecindo, Villa Hudson, La Carolina, San Francisco, Villa Brown, Triángulo de Don José, Luján, Agustín Ramírez, Los Tronquitos en sectores pegados a los arroyos, campos o límites con los partidos vecinos de Quilmes, Almirante Brown, Presidente Perón y Berazategui; pero ¿Por qué estos barrios y no otros?
Se podría pensar que es fruto de la casualidad y que las bandas que venden drogas eligen esos lugares al azar, pero en la realidad esa ocupación de los territorios solo puede ser parte de un pacto con sectores de la policía bonaerense.
¿Qué tienen en común esos lugares periféricos de la ciudad? Por un lado, son barrios humildes con muchas carencias económicas donde, en gran parte de esos barrios, decenas de vendedores de drogas lo hacen de día y de noche a la vista de los vecinos.
Otra característica es que cualquier vecino puede enumerar sin demasiadas dificultades diferentes puntos de ventas de drogas lo cual demuestra la visibilidad de dicha actividad.
Cuando se observan las condiciones de habitabilidad de esos barrios el denominador común son la falta de luminarias, calles intransitables, microbasurales, calles cortadas por los propios vendedores de drogas, falta de agua potable, pésimos servicios de salud lo cual generan condiciones que facilitan el narcomenudeo.
La presencia policial circula solo por las calles transitables, de modo esporádico satura con fuerzas como la UTOI, la policía motorizada o realiza controles vehiculares que solo pueden encontrar falta de papeles y cada tanto alguna captura, no mucho más.
Mientras tanto miles de familias todos los días se organizan para salir a trabajar en grupo para evitar los robos de los pibes desesperados para poder comprar drogas e intentan sobrevivir ante las balaceras entre bandas, y a veces no lo logran como en la Masacre de San Rudecindo.
En medio de la creciente violencia un puñado de trabajadores judiciales, que incluye al responsable de la Ayudantía de Drogas Leonardo Valli, semana a semana realizan allanamientos con la certeza que las soluciones las deben dar otros niveles del estado.
Diversos grupos vecinales que quedan de rehenes empiezan a organizarse para exigir que el municipio garantice cuestiones básicas como accesos, luminarias, recolección de residuos y atención de salud, en definitiva, lo mínimo que las familias deben acceder.
El desinterés del gobierno municipal, la complicidad de sectores del Partido Justicialista y sectores policías con las bandas del narcomenudeo no son nuevas ya que quedaron demostradas con el asesinato de Carlos Gabriel Fretes en un lejano 2011 y las cosas empeoraron.
Hoy las periferias de los barrios mencionados son «una zona de sacrificio» donde sectores de la policía bonaerense recaudan y regulan quién vende con conocimiento de sectores de la política que no pueden explicar cómo financian los aparatos políticos y las costosas campañas.