«Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías»
Canto de la Virgen María (Lc 1,52-53)
El veto a la ley de financiamiento universitario es, una vez más, otra muestra de que estamos frente a una planificación de la crueldad, la reedición de una transferencia brutal de ingresos a los sectores más concentrados de la economía. Están de fiesta los sectores financieros, mientras crece la amenaza de la ludopatía entre nuestros jóvenes. Hasta nos quieren hacer creer que las y los pibes de 13 años pueden recibir educación financiera (léase «educación para la timba»), mientras se intenta una baja en la edad de imputabilidad de esos mismos menores. Estamos frente a un «plan sistemático» de empobrecimiento de la Patria.
Plan que sólo se puede sostener con una violencia creciente de parte de las fuerzas represivas del Estado. Como dijo nuestro Papa Francisco «gastaron en gas pimienta, pero no en justicia social». El allanamiento a la casa de la dirigente social Fernanda Miño fue una muestra más de este obsceno despliegue de la maldad.
Hasta nos han alineado como país (quebrando una tradición de neutralidad y búsqueda de la paz entre los pueblos) en un conflicto fratricida que baña de sangre la tierra de Jesús; y con alcances internacionales, que puede tener serias consecuencias en nuestro país (no olvidemos los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA).
Las noticias que día a día se acumulan en esta dirección buscan agotar toda forma de reacción popular. Pareciera que se vuelven inútiles toda denuncia, movilización, repudio, o acción contestataria. Quieren imponer el miedo para que nadie diga nada cuando nos van despojando de todo. Dando la espalda a las políticas de derechos humanos quieren reimplantar el terror y el poder de la fuerza.
Pero es imposible acallar la reacción de nuestro pueblo. Ya los estudiantes universitarios han reaccionado para defender la universidad pública. Nos llena de fuerza esta respuesta de la vida. Tarde o temprano, estas fuerzas sociales genuinas y sus luchas, darán su fruto: la de jubiladas y jubilados; la de los estudiantes universitarios; la de las y los trabajadores (cada vez menos representados por cúpulas que negocian a espaldas de sus representados); la de las organizaciones sociales que no dejan de sostener la esperanza en los barrios más humildes; la del personal de hospitales públicos amenazados por recortes presupuestarios y con sueldos miserables; la de tanta gente «de a pie» que busca acceder una vida digna.
Al grito de «déficit cero» y «no hay plata» quienes gobiernan parecen gerentes de un poder insaciable que sólo busca cerrar negocios a costa del empobrecimiento de nuestro pueblo. Nos entristece ver a legisladores sostener discursos que no validan en sus votaciones. Pero la fuerza de la esperanza es mayor, porque es la fuerza de los humildes. Dios reina en la fuerza de los humildes como aquella semilla de mostaza pequeña, pero potente, como nos los enseñó Jesús (cf. Mt 13,31-32).
La Diócesis de Quilmes -con sus instancias pastorales y solidarias- quiere seguir andando la historia del lado de las víctimas, del lado de las y los pobres, del lado de los derechos humanos, del lado de las y los trabajadores, caminando ecuménicamente con todas las personas de buena voluntad que queremos una Patria justa, libre y soberana. No una colonia. Allí estaremos, con los «humildes y hambrientos» como sostiene la Virgen en su «Magnificat».
Departamento de Pastoral Social
Departamento de Justicia y Paz
Vicaría de Solidaridad
Diócesis de Quilmes