El Juzgado de Garantías Nº 6 de Florencio Varela, encabeza por el Juez Diego Agüero y la secretaría a cargo del Doctor Martín Grizzuti, reinauguró el «Pasillos de las Mujeres», un lugar emblemático dentro del edificio de la calle Mitre 449 de nuestra ciudad. Se trata de una galería de fotos y recortes periodísticos que van marcado los mojones que ha plantado el Juzgado en la aplicación de justicia en decenas de casos de Violencia de Género.
La reinauguración, para la que trabajó todo el personal del juzgado, se concretó el miércoles pasado en horas del mediodía y fue con palabras del juez Agüero, acompañado de su secretario Grizutti y la fotógrafa Mariana Jacob, quien ilustró gran parte de la muestra.
Cabe mencionar que la tarea del juzgado en lo que va del año se ve refleja en las más de 700 audiencias que ha celebrado. Este número de consulta fue motivo para que el juez recibiera por unos minutos a este diario en su despacho y se explayara en su tarea diaria.
«Creemos que hemos marcado un poquito la agenda en lo que tiene que ver con las cuestiones de género», dice el Juez Agüero. Uno puede estar hablando horas con Agüero y no habrá de dejar de prestar atención a su relato. Afable y componedor, con un marcado acento entrerriano, el letrado describe una problemática de la que se caracteriza por hacer punta desde su juzgado.
«Nuestra agenda tiene que ver con que la mujer tenga la posibilidad de salir del círculo de la violencia y también, porque hay una parte que no se destaca y no se le pone el acento públicamente, que es el hombre, el que tenga la posibilidad de no entrar en un círculo de violencia y puede tener una relación amorosa sin violencia»
-¿Y cómo se hace?
-Trabajando con las dos partes. Mientras las chicas del juzgado se encargan de las mujeres para empoderarlas, decirles cómo deben actuar y que tienen que hacer, para lograr una relación amorosa mejor, los chicos del juzgado se encargan de hablar con los que la ley denomina como agresores. Para ello realizamos entrevistas, cuando están en libertad y cuando están detenidos también, donde les explicamos las consecuencias de manejarse así y de lograr vincularse de otra manera. En términos generales quienes ingresan al Juzgado como agresores son quienes más hablan con el Juez, porque lo tenemos pensado así y la práctica lo indica. Ese es nuestro trabajo esencial en esta temática. Muchas veces nos acusan diciendo que esta forma de trabajar no está en ningún lado. Sí que está, la Ley lo prevé. Y si no hubiese algún artículo, el derecho a hablar con el Juez me parece que es fundamental. Es parte de la Constitución, el derecho a peticionar ante las autoridades. Cumplimos con esa parte.
-¿A las dos partes en conflicto se las escucha por igual?
-Sí, sí. Destaco lo que dije recién porque muchas veces no se sabe que nosotros hablamos con los hombres. Hacemos reuniones en una mesa de masculinidad donde participan hombres que le han pegado a la mujer y hablamos con ellos sobre la violencia y como hay que hacer para cambiarla. Buscamos el acercamiento y comprensión. Hay cosas que tenemos todos los seres humanos: el amor y la violencia. El problema es que a veces se piensa que cierta violencia debe ser permitida. O pensamos que hay ciertas formas que son de amar y no son de amar. Hace pocos días tuvimos el caso de un personaje con funciones públicas a quien le dije que dos jueces le dijeron que no se acerque a ella. Yo soy el tercer juez. Usted tiene que hacer caso, porque la próxima vez quedará detenido y yo haré todo para que usted aprenda y vea lo que le está pasando, le dije. Lo llevamos al taller de masculinidad…¿qué hizo? Se acercó de vuelta a la mujer. Otro juez dispuso la detención y terminó detenido. Se le juntaron todas las causas.
-Alguno pude fallar.
-Y sí. Son muchos los casos que resolvemos. De hecho en un momento hicimos una estadística y nos dió que había llegado a disponer unas 900 restricciones de acercamiento. De las 900 chequeamos que sólo dos habían sido no cumplidas: el agresor había vuelto a hacerle algo a la víctima.
-¿Cuál fue el origen de la afectividad?
-Hablamos con las dos partes. Entonces al tener a las dos partes separadas, con la mujer empoderada y explicándole al hombre la nueva situación que tiene, se lo evita. Muchas veces falta la comunicación. Muchos hombres dicen: yo no sabía que no podía acercarme. O no alcanza a comprender lo que se les está pidiendo.
-Hay una polémica en esto y dice que solo alcanza con una simple denuncia de la mujer para decretar restricciones. ¿Qué mirada tiene?
– El tema es como vamos a aplicar la Ley. Si la vamos a aplicar bien, no vamos a tener nunca problemas. Pero si la aplicamos mal vamos a tener problemas. La Ley se debe aplicar de modo concreto. La Ley dice que con la sóla denuncia se puede otorgar una restricción. Es más: le impone al Juez que con la sóla denuncia haga la restricción del hogar. Pero después le impone otras cosas más al juez y ahí está el problema, cuando los jueces no cumplen la segunda parte. ¿Cuál es esa segunda parte que le impone la Ley al Juez, se preguntará? Que después que se impuso la restricción hay que hablar con la víctima y hablar con el imputado. Y después que se habló con los dos si la tiene que dar vuelta, la da vuelta. Y si la tiene que confirmar la confirma. Nosotros hacemos esa parte. Con la sola denuncia hago la restricción, pero después esa persona que resulta imputada, que es el agresor, el que realizó un golpe, es escuchada en el juzgado. Y la víctima también. Pero si resulta que la víctima hizo la denuncia porque no le paga la cuota alimentaria… Siempre con el diálogo entre las partes.