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Historias de Malvinas: soldado Miguel Angel Arrascaeta, presente
11/06/2025

Entre el 11 y el 12 de junio de 1982, tuvo lugar un enfrentamiento encarnizado y determinante en el conflicto del Atlántico Sur: el combate de Monte Longdon. En ese escenario extremo, hubo gestos de coraje que dejaron una huella imborrable en sus protagonistas. Hoy, rendimos homenaje a uno de nuestros caídos en Monte Longdon: Miguel Ángel Arrascaeta.

La madrugada del 12 de junio encontró a las tropas argentinas desplegadas con firmeza en Monte Longdon, una de las posiciones defensivas más importantes al oeste de Puerto Argentino. Allí se hallaban principalmente efectivos del Regimiento de Infantería Mecanizado 7, encargados de detener el avance enemigo sobre la capital. El terreno hostil, las condiciones climáticas adversas y la intensidad del ataque convirtieron ese combate en uno de los más cruentos del conflicto.
Durante más de diez horas, nuestros soldados resistieron con coraje y determinación el asalto británico, protagonizando combates cuerpo a cuerpo y soportando un incesante fuego de artillería. Más de cincuenta argentinos ofrendaron su vida en esa defensa. Es en ese marco que recordamos al soldado Miguel Ángel Arrascaeta, a través del testimonio del sargento primero Veterano de la Guerra de Malvinas Juan Eduardo Martínez.
-¿En qué unidad sirvió Miguel durante la guerra y cuál era su rol específico dentro del equipo?
-Miguel formó parte de la Compañía B del Regimiento de Infantería Mecanizado 7, con asiento en La Plata. Su rol era el de auxiliar en el equipo de la ametralladora MAG. Compartía posición con el soldado Araujo, que operaba el arma, y con González, que se encargaba del abastecimiento.
-¿Cómo se forjó el vínculo entre ustedes durante el tiempo que compartieron posición?
-El vínculo se fue dando naturalmente. Aunque cada uno integraba un equipo diferente de ametralladora, las dos MAG estaban emplazadas en posiciones muy cercanas, y eso hacía que compartiéramos mucho tiempo: guardias, charlas, comidas. Fue esa convivencia en el mismo sector la que nos fue uniendo.
-¿Qué aspectos de su personalidad y de su actitud como soldado te quedaron grabados?
-Era un pibe muy respetuoso, con ese perfil de muchacho de campo: trabajador, humilde y siempre dispuesto a dar una mano. Ayudaba a todos sin esperar nada a cambio, y eso lo hizo muy querido dentro de la compañía.
El tiempo que compartimos no fue mucho; pero la intensidad de la guerra hace que cada día cuente. Todos los 11 de junio voy al Regimiento 7 para la conmemoración del combate de Monte Longdon, y siempre se habla mucho de Miguel. Bastó con conocerlo en aquel entonces para entender por qué se lo recuerda tanto. Era una excelente persona.
-¿Recordás alguna situación que refleje quién era Miguel en esencia?
-A Miguel lo tengo muy presente, me emociono, lo juro… Siempre que hablo de él me pasa esto. Hay algo que no me olvido más. Fue uno o dos días antes del combate, durante un bombardeo nocturno. Una ametralladora estaba un poco más arriba de nuestra posición, a seis o siete metros. Esa noche, mientras cumplía con su guardia, Miguel subió a charlar con el soldado que estaba allí. Al bajar, un proyectil cayó justo en el camino y lo hirió en la cabeza y en el muslo.
Lo llevamos al puesto sanitario y luego lo derivaron al hospital, en un pueblo a unos 13 o 14 kilómetros. Pero lo que verdaderamente muestra cómo era Miguel es que se escapó del hospital. No quiso quedarse allá. Volvió solo a Monte Longdon porque no soportaba la idea de dejar a sus compañeros. Esa decisión lo define por completo.
-¿Cómo fue esa decisión de regresar?
-Cuando lo hirieron, todos intentamos convencerlo de que no volviera al frente. Le dijimos que, si seguía así, si no lograba moverse bien, no iba a poder mantenerse con nosotros en caso de que tuviéramos que cambiar de posición. Pero no hubo forma de convencerlo. Tenía muy claro lo que quería. Me dijo: «Yo vine con todos acá y quiero volver con todos. No quiero volver al continente y que me digan que me volví por cobarde y cagón.» Esa era su forma de pensar. Y la sostuvo hasta el final.
-¿Cómo viviste el momento en que cayó Miguel durante el combate del 11 de junio?
-Nos habían cambiado de posición ese mismo día, a la tarde. Mientras descansábamos, un proyectil cayó directamente en la trinchera. Ahí murieron Arrascaeta, Araujo y González. A mí la explosión me sacó por un costado, y a otro compañero, Ponce, lo hirieron también. Fue un momento muy duro. Lo vi todo.
Después del impacto, escuché que alguien me hablaba. Era Ponce: estaba herido y no podía ver. Nos fuimos arrastrando como pudimos hasta donde estaba el resto de la sección.
-¿Sabés de algún sueño que quisiera cumplir al regresar al continente?
-Nos decía que, al regresar, nos iba a invitar a todos al campo de su familia para celebrar con un gran asado. Era su manera de decir «volvemos todos juntos». Lamentablemente, no pudo cumplirlo.
-¿De qué manera conservan viva su memoria?
-A Miguel se lo recuerda mucho, especialmente cada 11 de junio en el Regimiento 7. También está presente en las charlas y los encuentros de quienes compartimos aquel tiempo con él. Los que todavía estamos nos mantenemos en contacto, nos reunimos, hablamos de lo vivido, y el nombre de «Miguelito» -así le decíamos, o también «el Vasco»- siempre aparece. Él sigue estando entre nosotros.
-¿Qué enseñanza te dejó el tiempo compartido con Miguel y con otros soldados?
-Que lo más importante es la familia y los afectos. La guerra te hace valorar el abrazo, la compañía, el estar cerca de los tuyos. Uno entiende lo esencial cuando lo pierde todo. Y también aprendés lo que significa cuidar al otro, proteger al que tenés al lado. Eso me quedó grabado para siempre.
El soldado Miguel Ángel Arrascaeta era vecino del barrio La Capilla, fue ascendido post mortem al grado de cabo, recibió la medalla «La Nación Argentina al Valor en Combate» y fue declarado Héroe Nacional por la Ley 24.950. Su nombre perdura hoy en calles e instituciones educativas de su provincia natal.
A más de cuatro décadas del conflicto, honrar su memoria contribuye a mantener vivo el legado de quienes ofrecieron todo para defender la Patria.

Nota: Secretaría de Comunicación del Ejército Argentino

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