Jonatan tiene 38 años y es el encargado de hacer penetraciones de losa, búsqueda de víctimas y extracciones como parte de la Brigada Especial de Rescate de la Policía Federal Argentina, organización que tiene el certificado internacional para brindar asistencia humanitaria a países afectados por eventos devastadores. Cómo fue formar parte del grupo argentino, el único en rescatar personas con signos vitales.
Jonatan Velasco, a sus 25 años, comenzó a prestar servicio como bombero voluntario en el Destacamento de su pueblo ubicado en Florencio Varela. Gracias a su esfuerzo y perseverancia, este año fue seleccionado para participar en la operación de rescate de víctimas luego de que Turquía y Siria sufrieran una de las mayores catástrofes del siglo: los terremotos, en febrero pasado, que dejaron más de 59 mil muertos. A pesar de los pronósticos desalentadores, la Brigada Argentina fue la única que logró rescatar de los escombros a tres personas con vida. En el equipo se encontraba Jonatan quien, tomando su profesión como estilo de vida, siempre quiso ayudar y estar al servicio de los otros, publicó el portal El Destape WEB del peridista Roberto Navarro.
«Vivía cerca de un destacamento y cuando escuchaba la sirena salía a la puerta de mi casa con la ilusión de ver pasar a los bomberos», recuerda Jonatan, sobre su deseo. Nacido en 1985 en la localidad de Ingeniero Juan Allan, al sudeste del partido de Florencio Varela, se crió junto a su madre y dos hermanos en una zona rural que eventualmente sufría incendios. Actualmente, con 38 años, integra la Brigada Especial Federal de Rescate de la Policía Federal Argentina y está certificado bajo lineamientos del Grupo Asesor Internacional de Operaciones de Búsqueda y Rescate.
La Brigada Argentina en el terremoto de Turquía
La curiosidad por esta profesión surgió desde muy chico, pero al cumplir 25 años tomó la decisión de acercarse a un destacamento en Berazategui para prestar servicio. Comenzó como bombero voluntario. Cada dos días tenía que cumplir una cantidad de horas dentro del establecimiento. Luego de un tiempo tomó conciencia de que esto era lo que lo apasionaba, por lo que se inscribió en una escuela de policías e hizo el curso preparatorio para formar parte del equipo activo de bomberos. Trabajó en la Brigada de Incendios Forestales de la Policía Federal hasta el 2019, año en el que se realizó el traspaso de la mayoría de los efectivos a la Ciudad de Buenos Aires. Jonatan fue reasignado Operador de Rescate pero esta vez en la Brigada Especial Federal de Rescate.
El 6 de febrero de este año dos terremotos -de magnitud 7,7 y 7,6- sacudieron el sureste de Turquía y noroeste de Siria generando así el peor desastre del último siglo. Más de 10 provincias fueron afectadas, causando más de 50 mil muertes. A raíz de esta situación, los gobiernos locales declararon estado de emergencia e hicieron un llamado a las brigadas internacionales. Argentina se puso a disposición inmediatamente y, tres días después, fueron convocados.
La brigada USAR, integrada por 28 efectivos altamente calificados en materia de búsqueda técnica, búsqueda canina, asistencia médica e ingeniería estructural junto con 4 efectivos de la Agencia Argentina de Cooperación Internacional y Asistencia Humanitaria -Cascos Blancos- se hicieron presentes en el país turco. Al llegar al aeropuerto de Adana, Jonatan fue uno de los dos integrantes que salió primero al campo ya que necesitaban rápidamente rescatistas. Ambos bomberos se dirigieron a la provincia de Hatay y trabajaron durante cinco horas. «El escenario fue desolador. Nosotros nos preparamos constantemente pero ninguna situación se asemejaba a lo que estábamos viendo. Esto era algo totalmente distinto. Si bien el trabajo era el mismo, el contexto era catastrófico», dijo Jonatan con la voz entrecortada.
Cuando bajó el sol, los muchachos volvieron al campamento en el que estaban asentadas todas las brigadas. Al llegar, los compañeros los abordaron y les hicieron un cuasi interrogatorio. Querían saber cuál era el escenario, las dimensiones de la catástrofe y los posibles estrategias para maximizar el tiempo de búsqueda y rescate. No obstante, todo lo que tenían en el imaginario colectivo se diluyó en tan solo unas horas. Al anochecer, el grupo completo hizo su primera intervención urbana. «Uno de los principales factores que nos condicionaba era el clima. De día estaba medianamente lindo pero una vez que se hacían las cinco de la tarde pesaba mucho el frío. Teníamos días donde la temperatura estaba por debajo de los cero grados», señaló Velasco.
La Brigada Argentina comenzaba sus días a las 6 de la mañana, tenían un momento para desayunar y luego daban inicio a la primera reunión en la que el líder dividía al grupo en cuadrículas y les indicaba dónde iban a trabajar; es decir, donde se iban a hacer los rastrillajes. Cada equipo contaba con un oficial de seguridad, uno de rescate, un guía K9 y un hombre especializado en materiales peligrosos. En caso de detectar personas con vida, solicitaban la incorporación de los perros. «Nosotros teníamos un programa el cual seguir pero si veíamos algo relevante, lo informábamos, y tanto el oficial de seguridad como el ingeniero analizaban todas las estructuras y nos decían si era posible avanzar. Si la respuesta era no, seguíamos con el programa inicial», comentó el bombero.
La cuadrilla pasaba muchas horas en el terreno. A pesar de que, cada cuatro o cinco cuadras, había puestos del ejército a los que podían acercarse para comer o tomar algo, lo más llamativo era el accionar de los vecinos. Ellos también estaban pendientes de los trabajadores y les ofrecían algo esporádicamente. Cuando oscurecía, las familias de las víctimas hacían vigilias en la zona mientras que las brigadas volvían al campamento a descansar. «A la noche, cuando hacíamos el fogón o compartíamos unos mates, contábamos las experiencias que habíamos tenido en el día. Aprovechábamos para llorar y abrazarnos», confesó Jonatan haciendo alusión a lo duro que fue sacar de los escombros a miles de niños, familias enteras. A sí mismo, el bombero -por la noche- anhelaba encontrar personas con vida: «Pensaba mucho en aquellos que estaban en la intemperie -con frío y sin comer hace días- esperando ser rescatados».
«Se hace difícil estar en estos contextos porque uno tiene que tratar de disociar; no podés llegar al punto de la frustración. Nosotros cuando trabajábamos intentábamos no relacionarnos sentimentalmente con el lugar», reveló Jonatan Velasco. La escena fue trágica. No solo por las miles de casas hechas escombro sino también por las miles de familias instaladas alrededor de las mismas intentando pedir ayuda. Si bien el idioma turco era incomprensible para los argentinos, no bastaba con verles la cara a los familiares y entender sus sentimientos. «Cuando entrábamos a un edificio a hacer una evaluación había un montón de personas alrededor con fotos. Te llamaban, como les salía, te mostraban una imagen y te señalaban el lugar». A pesar de que los bomberos no podían atenderlos, si encontraban algún recuerdo o una reliquia -como el Corán- se la entregaban a la familia como muestra de contención.
Fueron diez días arduos. Sin luz, con poca agua caliente y muchas interferencias en las telecomunicaciones. Con el pasar de las horas, el panorama era más desesperante. Solo rescataban óbitos. No obstante, al noveno día -faltando tan solo 24 horas para regresar a la Argentina- Jonatan y compañía recibieron la noticia más esperanzadora de todas las jornadas: «Primero se vivió un momento de tensión porque por las radios se escuchaban gritos hasta que llegó el jefe de operaciones al lugar y comentó que habían encontrado personas con vida. Ahí fue todo emoción». La Brigada Argentina fue la única en rescatar a tres personas -una mujer y sus dos hijos- con signos vitales.