(Por Ernesto Martinchuk – Tribuna de Periodistas)
“La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad” Thomas Mann.
Florencio Varela, periodista, poeta neoclásico, educador y político unitario, nacido en Buenos Aires el 23 de febrero de 1807, murió asesinado en Montevideo el 20 de marzo 1848, bajo el puñal asesino de Andrés Cabrera, pescador de origen canario a quien, según confesó él, con amenazas se lo obligó al crimen. Dio los nombres de los instigadores. Los ha recogido la historia y figuran en el proceso, que se conserva en los archivos uruguayos después de haber corrido el peligro del fuego…
Cabrera terminó sus días en la cárcel pública del Cabildo montevideano, al ser ultimado por un soldado del ejército que, al mando del general Venancio Flores, acababa de entrar en la capital del país.
La paz que puso término a la contienda de nueve años junto a los muros de una ciudad a la que Alejandro Dumas calificó de Nuevo Troya, dio por terminada la sustanciación de la causa sin que declarasen las personas señaladas por el asesino como las verdaderamente interesadas en la desaparición de Varela.
En el alegato del defensor del reo se explica en pocas líneas la solución dada al caso:
“El fiscal especial lo ha dicho: Porque la historia ha de ser el único juez que debe juzgar a los hombres y a los hechos de esa época tan fecunda en lágrimas y sufrimientos, porque de arrogarse esa facultad los tribunales no se recogería otro fruto que haber suspendido el uso de las armas para empezar una guerra civil de procesos y de acusaciones criminales, que tarde o temprano vendría a conmover de nuevo la sociedad haciendo ilusoria la pazque ha sido establecida sobre la base del absoluto olvido de lo pasado”.
El crimen político pasaba así, oficialmente, a considerarse como un crimen común. La hora exigía ese cambio. Mucho luto había caído sobre el pueblo del Uruguay y era necesario olvidarlo. No en vano las familias de Montevideo y las de la Unión trazaron sobre los pajonales, al ir al encuentro unas de otras, ya cesado el fuego de casi una década, el camino que más tarde recordaría la fecha con el nombre de la avenida 8 de octubre.
Atrás quedaron los vivos enconos de otros días. Atrás quedaba la tentativa de empastelamiento de la imprenta “El Comercio del Plata”, la tribuna desde la cual Florencio Varela anatematizaba a la dictadura de Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires y al ejército sitiador. Atrás quedaba la infausta memoria de la noche de aquel 20 de marzo en que la víctima fue sorprendida cuando llegaba a su casa, en la calle Misiones, entre las de 25 de Mayo y Cerrito, recibiendo una puñalada en la espalda, que introdujo hondamente el arma en su cuerpo, después de rasgar la levita que se conservaba, dentro de una vitrina en el Museo Histórico Nacional.
Conmovió a Montevideo la noticia. El político argentino, cabeza visible de la tendencia unitaria, había rodado cerca de la puerta de una zapatería y sus asesinos se habían perdido en la sombra. ¿Quién era el autor del atentado? Se detuvo esa misma noche a don Miguel Plaza Montero, quién mantenía un pleito de cuya parte contraria el abogado era el doctor Varela. Descartadas las sospechas, probada la inocencia del acusado, la causa entró en un punto muerto.
Pasaron tres años hasta que, con la detención de Cabrera pudieron ser retomados los hilos de la trama.
Los tres años de incertidumbre no habían sido de silencio. Sobre la base del misterio que envolvía al crimen, los enemigos políticos se dieron a propagar la versión de que el jefe unitario había sido eliminado por sus adversarios internos, esto es, por quienes, dentro de Montevideo, no estaban de acuerdo con todas sus orientaciones.
La detención de Cabrera, como así también de sus cómplices inmediatos y de sus encubridores no hizo cesar la campaña de confusiones. Se intentó hacer creer que Cabrera había matado por un impulso pasional, al descubrir la infidelidad de su mujer, amante de Varela. Esa versión resultaba totalmente absurda. Florencio Varela, hombre distinguido en todos los aspectos de su vida, no podía nadar en peligrosas aventuras “galantes” entre los ranchos de los pescadores del Buceo. Quienes conocieron a la mujer de Cabrera cuando prestó declaración en el proceso no pudieron reprimir una sonrisa en medio del recuerdo de la tragedia. Florencio Varela había tenido otra clase de amores…
El caso Nisman
En enero de 2015, el fiscal Alberto Nisman presentó una denuncia contra Cristina Elisabet Fernández de Kirchner y otros ex funcionarios por el presunto encubrimiento de los imputados iraníes en la causa AMIA.
A los pocos días, el 18 de enero, fue hallado muerto en su departamento, horas antes de que el fiscal se presentará en el Congreso a exponer su denuncia.
La escena del crimen se transformó en un desfile de testigos y funcionarios. Por esas irregularidades, hay otra causa en donde se acusó por encubrimiento a la ex fiscal Viviana Fein, al juez Manuel De Campos, al ex secretario de Seguridad de la Nación Sergio Berni y al ex jefe de la Policía Federal, Rubén Di Santo, entre otros.
En el expediente también figuran nombres como: Lagomarsino, los cuatro custodios del ex fiscal, Cristina Fernández de Kirchner, Carlos Zannini, Luis D’Elía, Fernando Esteche, Timerman, entre otros.
Pasaron nueve años, desde la muerte del fiscal Alberto Nisman, -igual que en el asesinato del doctor Florencio Varela- y, aunque en los tribunales federales de Comodoro Py dieron por probado que se trató de un asesinato, a los investigadores judiciales todavía les resulta imposible esclarecer quién lo mató.